Los mejores y los peores países sobre el precio de la contaminación con dióxido de carbono

1 de diciembre de 2016

 

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Cuando te tomas una tarrina entera de helado de una sentada, tal vez notes las consecuencias de haber exagerado, y si lo haces con demasiada frecuencia sin ir nunca al gimnasio, al final lo vas a notar en tu cintura.  Es un sencillo ejemplo de causa y efecto y es mejor que no intentes luchar contra ello.

En realidad es algo bueno porque actúa como una barrera natural que impide que abusemos de lo bueno. Pero cuando se trata de la contaminación en nuestra atmósfera, la causa y el efecto no están tan claros. A diferencia de cuando se trata del efecto real de tomarse demasiadas tarrinas de helado, las emisiones de dióxido de carbono y otros contaminantes no tienen una causa y un efecto tan claro. El resultado es que quienes contaminan tiene un grave problema de antojos y ¡no ven las consecuencias!

 

De las calorías al carbono

Un contaminante en concreto del que oímos hablar continuamente es el dióxido de carbono (CO2). Las emisiones de dióxido de carbono vienen de muchas partes de nuestra sociedad, desde las centrales de carbón a los tubos de escape, pero tienen pocas consecuencias para quienes se benefician de ellas, mientras que repercuten en el cambio climático. Al poner un precio a las emisiones de carbono enviamos un mensaje claro a las empresas de combustibles fósiles y les hacemos saber que no se pueden aprovechar de nuestro medioambiente.

Los ingresos resultantes pueden utilizarse para invertir en energías renovables, desarrollo comunitario o como el gobierno considere apropiado. ¡Todos salen ganando! Creemos firmemente en poner un precio al carbono e incluso hemos introducido nuestro propio impuesto al carbono en nuestra empresa.

Aunque un impuesto por la contaminación por carbono es simplemente una forma de solución monetaria, existen muchos planes de precios del carbono como, por ejemplo, los relacionados con el comercio y los límites de las emisiones (no vamos a entrar ahora en detalles pero puedes ver este sorprendente vídeo donde lo explican). El año pasado, los diferentes planes de precios del carbono en todo el mundo ¡alcanzaron un valor de unos 50 000 millones de dólares!

 

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¿Hace tu país que paguen los que contaminan?

Un esclarecedor informe de la OCDE (la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) clasificó a 41 de los principales países del mundo según los precios del carbono, haciendo responsables a los que contaminan. Como era de esperar, algunos países lo están haciendo mejor que otros.

Aquí sigue un resumen rápido de los países que más hacen pagar a quienes contaminan:

 

Países Bajos

A los fanáticos del clima no les sorprenderá descubrir que los Países Bajos encabezan la lista de países con una ambiciosa política sobre el clima. Con un coste de 54,63 € por tonelada de dióxido de carbono emitido, mantiene un claro primer puesto en por los altos precios del carbono.

 

Escandinavia

Tampoco debe sorprender que los países escandinavos estén a la altura de su reputación de ser avanzados. De estos países, Dinamarca ocupa el primer lugar con un precio del carbono de 47,4 € por tonelada; le sigue de cerca Noruega con 46,74 €; Suecia ocupa el tercer lugar con 30,66 € y Finlandia ocupa el último lugar con 23,74 €.

 

Suiza

No sintiéndose satisfecho como país por producir un excelente chocolate, relojes con estilo y jugadores de tenis de primera clase mundial, Suiza ha optado por una estrategia igualmente competitiva para fiscalizar las emisiones de carbono. Con un precio de 31,47 € por tonelada de dióxido de carbono, ocupa uno de los primeros puestos mundiales.

 

Canadá

Aunque no se puede decir que Canadá destaque en comparación con las normas europeas, su insignificante precio de 3,38 € por tonelada es sin embargo cinco veces más alto que el de Estados Unidos. Sin embargo, todo está preparado para cambiar y hay planes para introducir un  impuesto nacional sobre el carbono  para el año 2018. ¡Oh, Canadá!

Ocupando el último lugar

No sorprende que los dos principales contaminantes del mundo se oculten en la parte de atrás del rebaño, con la esperanza de que nadie se dé cuenta. ¡Estados Unidos y China: os podemos ver! A pesar de producir un  38 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, los precios del carbono en Estados Unidos se encuentran en un nivel increíblemente bajo de 0,76 € por tonelada; en China la cifra es ligeramente menos lamentable con 1,55 €. Estos datos no deben interpretarse como verdaderos precios del carbono sino más bien como impuestos para el consumidor, que todos estamos acostumbrados a pagar en las gasolineras.

 

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¿No has visto tu país en la lista?  Aquípuedes ver todo el informe.

 

¡Si lo tienes, úsalo!

En todo el mundo, estamos abriendo camino hacia economías que valoren un aire limpio y sano y el medioambiente, haciendo que pague quienes contaminan. En lugares más adelantados existen diversas escuelas de pensamiento acerca de  cómo invertir los ingresos por las emisiones de carbono. En la Columbia Británica, Canadá, que introdujo el impuesto al carbono en 2008, los fondos se dirigen para recortar los impuestos corporativos y de la renta. En Europa, la principal’ parte de los ingresos se destina a respaldar iniciativas de energía limpia y otras respetuosas con el clima. Por su parte en California, vanguardista como siempre, el dinero se dirige a programas que pretenden reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, con la salvedad de que un cuarto de los ingresos tiene que ser para beneficiar a comunidades desfavorecidas.

 

Pagar por la contaminación

Independientemente de en qué se gasten los ingresos hay algo claro: no podemos seguir quemando carbono y seguir ignorando cómo destruye un medioambiente sano. Existe una deuda ecológica que hay que pagar y, antes o después, ¡a todos nos toca rascar el bolsillo!

Fiscalizar las emisiones es un paso en la dirección adecuada pero a la larga lo que nos interesa es eliminarlas completamente.  Únete a nosotros y hagamos que nuestra dependencia de los combustibles fósiles pase a los libros de Historia, exigiendo que los líderes mundiales hagan la transición a energías renovables al 100 % para el año 2050.